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Una conversación improvisada y desorganizada acerca de “La esencia de las cosas. Novela”

Actualizado: 20 ene 2022


Foto: Dawn Kim

Josep Seguí (autor) entrevista a Juan Ramírez (protagonista)


Sentados en un jardín desconocido. Hoy.


Josep.- Hola Juan, ¿qué tal?


Juan.- Bien, bien. Aquí, pasando el rato como buenamente puedo.


Josep.- Oye, tras varios meses publicada, ¿qué opinas, así en general, de la novela “La esencia de las cosas” de la que eres su principal protagonista?


Juan.- Hombre, me la he leído dos o cuatro veces y, la verdad, no está mal. Me ha gustado bastante. Aunque hay algunas cosas que no me acaban de convencer…


Josep.- ¿Por ejemplo?


Juan.- Pues que exageras mucho con el asunto del sexo. Hay momentos en que me describes casi como un depravado sexual.


Josep.- ¡No es para tanto, tío! Es cierto que tal vez me meto un poco demasiado en tus intimidades; pero si no fuera así, ¿para qué iba a escribir sobre ti? Quiero decir que de hacerlo de una forma estrictamente racional y contando cosas que solo sean públicas, la narración no tendría prácticamente ningún interés. Además, como ya convinimos en su momento, esas cosas las hacen hasta los pajaritos.


Juan.- Correcto. Y cometí un error al convenir eso contigo. Creo que das demasiados detalles y que a veces usas un lenguaje muy obsceno. Los pajaritos no follan; se reproducen. ¿Sabes que el idioma español permite muchas formas diferentes de decir según qué cosas? Por ejemplo, podías sustituir perfectamente la palabra “follar” por “hacer el amor”. Es solo un ejemplo.


Josep.- Sí, tienes razón. Y de hecho uso el segundo término en más de una ocasión. Pero abusar de ello queda un poco ridículo, ¿no?


Juan.- Sí, y abusar del primero queda un poco guarro.


Josep.- Bueno, perdona, mi intención no era precisamente presentarte como un sucio depravado sexual. Discúlpame, por favor. Pero ahora ya está escrito y publicado. Oye cuéntame, ¿cómo están tus hijas?


Juan.- ¿Hijas? Si yo no tengo hijas.


Josep.- ¡Ay, sí! Perdóname de nuevo, son las hijas del protagonista de la novela que estoy escribiendo ahora. ¡Joder! Es que a veces me lío.


Juan.- Qué chorras estás, chaval. En lo que explicas de mi vida solo tengo un hijo. O dos, no estoy absolutamente seguro. Pero supongo que no querrás que lo cuente ahora, ¿no?


Josep.- No, no, por favor. Si no la gente ya lo sabrá antes de leer la novela y se pierde un poco de misterio y de intríngulis. ¿Cómo fue lo de irte a Colombia después del golpe de estado en España?


Juan.- Lo organizó todo el partido. Sabes que yo era, especialmente de joven, un poco rojillo.


Josep.- Bastante, sí.


Juan.- ¡No me cortes, coño! Pues eso, estaba fichado y el partido organizó la huida junto a otros camaradas. De no haberlo hecho nos hubieran fusilado a todos, seguro. Así que, como explicas en el texto, nos arreglaron el contacto con el Ejército Revolucionario Popular de Colombia – Ejército del Pueblo. Y, bueno, ya sabes lo que pasó. Lo de Diane la Sanguinaria, el Perico, lo de Max, lo del atentado…


Josep.- Sí, sí. Bastante durillo todo. La verdad es que mientras lo escribía se me ponían los pelos de punta e incluso llegué a llorar en algunas ocasiones.


Juan.- Oye, una cosa. Todo lo de María está un poco liado, ¿no? De repente empiezas a escribir cosas de ella cuando tiene cuarenta años mientras yo tengo apenas veinte. Y ella, en realidad, solo es cuatro años mayor que yo. No le veo demasiado sentido.


Josep.- Bueno, eso es un recurso que se usa bastante en literatura y en cine. Técnicamente se llama flashback (escena retrospectiva). Aunque en este caso debería llamarse flashforward (algo así como escena adelantada); pero no estoy seguro de si esta palabra existe.


Juan.- ¿Sabes? Aún me acuerdo mucho de María. En realidad creo que nunca estuve enamorado de ella. Al menos no tanto como de Maikel Alejandro, Lorraine y — sobre todo— Gemma. Pero todas las pasiones, por decirlo así, que desataron en mí sus tetas y su culo y más, hacen que no se me vaya de la cabeza, o del corazón, o de la polla.


Josep.- ¡Jajajajajaja! ¿Ves como usas expresiones un poco guarras? Podías haber dicho “pene” en lugar de “polla”. O “pechos” en vez de “tetas”. Si es que eres un poco guarro, sí…


Juan.- ¡Negativo! Esta es una conversación de amigos y aquí se puede decir todo. La novela es un texto público y hay que mantener una cierta formalidad.


Josep.- Vale, vale. Dejemos el tema. Háblame del amor. Eso de “sobre todo Gemma” me ha llamado la atención. ¿Es que hay grados en eso de los sentimientos? ¿Se ama más, menos, un poquito, un muchito? ¿O solo se ama y ya está?


Juan.- Bueno, a Maikel y a Lorraine los amé, sí. Y mucho (no un muchito, cursi, más que cursi). Pero es que lo de Gemma fue demasiado. La adoraba. La idolatraba. Hubiera dado hasta la última gota de mi sangre por ella. Era todo para mí. Todo todo todo, de verdad. Reconozco que quizá la idealicé un poco. Y así me llevé luego las hostias que me llevé. Cuando Maikel me dejó lo pasé fatal. Pero lo de que Gemma me abandonara fue un puto infierno. El dolor no desapareció jamás. De hecho sigue ahí, encarnado en lo más hondo de mi ser. Sigue siendo un puto infierno (sic). Me gustaría arrancarlo, que ese tremendo y cruel sufrimiento desapareciera para siempre. Pero no sé cómo hacerlo. No sé qué especialidad médica se ocupa de ese tipo de intervenciones quirúrgicas…


Josep.- ¿Tal vez un psicólogo?


Juan.- Calla, calla. No me creo para nada a los psicólogos. Esos solo te dicen lo que has de hacer para llevar una vida mentalmente sana y te cobran un pastón y ya. ¡Una vida mentalmente sana! ¡Qué sabrán de eso! ¡Qué sabrán del infernal dolor que aún mora en mis entrañas por el abandono de Gemma! ¡Qué sabrán de más dolores que llevo incrustados en mi interior! Lo de Maikel, sí. Pero también el remordimiento por lo que le hice a Lorraine.


Josep.- Bueno, en el libro queda bien claro que no tuviste alternativa…


Juan.- ¿Alternativa? ¡Qué coño de alternativa! Tenía que haber tenido los cojones bien puestos, no acobardarme como hice. Tenía que haberme enfrentado al Poder establecido. Cierto que hubiera perdido muchas cosas; pero no a Lorraine. Con ella habría sido feliz durante toda la vida. Y no hubiera conocido a Gemma, evitando el sufrimiento de su abandono. Ya ves cómo son las cosas. De la posibilidad de la felicidad absoluta a la realidad del dolor más cruel. En fín. Bueno, cambiando de tema, ¿cómo van las ventas de la novela? ¿Ya la has convertido en best-seller?


Josep.- Pues no tengo los datos exactos. Ahora a final de año la editorial me los pasará. Pero creo que las ventas no están yendo muy allá, la verdad. Aunque a la gente que la ha leído o la está leyendo le gusta bastante, estoy seguro de que nunca llegará a venderse lo que se dice bien. Ni de que llegue a ser un best-seller ni mucho menos. Pero bueno, tampoco era esa mi expectativa.


Juan.- Me sabe mal. Me alegraría mucho, querido amigo, si fuera un éxito de ventas; pero es que hay mucha competencia. ¿Y vas a escribir una segunda o una tercera parte?


Josep.- No. No me apetece. Te he de confesar que he iniciado un par de intentos a modo de saga. Aunque tú ya no estás, claro. Pero no, no me siento cómodo. De momento prefiero dejar tranquilas al resto de personas que aparecen en tu vida y molestar a otras. Por ahora me va bien así.


Juan.- Oye, estoy seco. ¿Vamos al bar del centro a tomar un bourbon sin hielo o un Havana Club?


Josep.- ¡Vamos!



(3 de diciembre de 2019. La conversación continuará…)


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